Thursday, October 07, 2010

Morado

No, no fue el doloroso salto-pa-atrás desde la isla, el regreso al mundo del abarrote y los 253 mil kilómetros / 10 países / 18 kilos de salmón en todas sus versiones. Menos la salida de la caja utópica (también llamada Procter), un asalto a mano armada o el semi-caótico aterrizaje en mi nueva trinchera también abarrotista.

Estuve cerca(s) de lograrlo el pasado junio pero el consejo editorial decidió reservarse por unas semanas los relatos aterciopelados de la hija-mia; muñeca de ojos multicolores, cachetes mas bien regordetes y sonrisa eterna.

No, el silencio siguió a pesar del coctel sentimentaloide atizado por los relatos de las vicisitudes cotidianas de la banda cercana (amigos, hermanos, usados y maltrechos)… vicisitudes que uno acaba sufriendo en carne propia… pero ni eso.

No, lo que finalmente disparó el regreso al relato cotidiano del “Maravilloso Mundo del Ramon” (AKA. “Bellus Orbis”) fue el desafortunado “incidente” acaecido el pasado domingo y los hechos que brevemente le sucedieron. En el viaje aproveché para limpiar este ilustre espacio dejando únicamente las más renombradas entradas para recordarlas para la posteridad =)

Contexto

El ritual del despertar dominical se caracteriza, desde hace un par de meses, por el estruendo de la hija-mia pateando sus cobijas en un afán heredado por deshacerse del arropo maternal. Los vestigios (+2 minutos) de esa lucha desenfrenada invariablemente derivan en la susodicha durmiendo plácidamente exhausta y a su fiel servidor observando orgullosamente desde la distancia (sobra decir, con el sueño espantado) aquella desfachatez.

Iniciado ya en la dinámica mañanera, y una vez ataviado con el uniforme del Peñarol (mismo que por practicidad y una oferta irresistible utilizamos de bandera en el equipo “Atletico Malverde”) me despido de mis “wapas” arrancándoles entre sueños un “adiós abejorro” (para los conocedores del uniforme del Peñarol supongo que encontrarán, al igual que yo, el comentario exquisitamente insultante).

El “Atletico Malverde” es un malogrado equipo de media tabla que vive del recuerdo de mejores días. Sin embargo, y a falta de opciones, la liga dominical de “Fut 7” resulta un buen escape de la cotidianidad y para un crack de la carpeta verde como yo (perdón!), un perfecto escaparate para lucir forma y figura.

Sin tener un planteamiento fijo y más bien improvisando posiciones según “quién llegue” en el Malverde he derrochado estilo desde la portería hasta la punta. Si bien la mayor parte de mi vida futbolística la he vivido bajo el arco, en una trayectoria prácticamente ininterrumpida desde por ahí del 88, en últimas fechas me he propuesto de “11” cosechando logros no menores tanto en el “Bigote” como en el “Malverde”.

El Incidente

El disturbio en la fuerza sucedió el domingo pasado en el encuentro de “Atletico Malverde Vs Vodka Juniors”. Por ambos equipos llegamos 7 jugadores por lo que se pronosticaba una contienda cerrada que seguramente se definiría en la segunda mitad, cuando sin cambios, el desgaste inclinara la balanza a favor de aquel equipo que mantuviera la entereza y condición.

Para no hacer la historia más larga de lo que es, el resumen al minuto 35 era Malverde 2 – Vodka 0. El registro del “Señor Autoridá” marcaba los dos pirulos para el 11 de Malverde “Yak Ramon”.

Después del espectáculo de técnica y estilo la falla vino al tratar de evitar un corner en contra de Malverde. Inmediatamente sentí la anomalía en los ligamentos talofibular anterior y posterior (ok, el tobillo). El daño era evidente. De repente la racha desde el 88 se iba por el caño, pedí mi cambio sin respuesta. La falta de jugadores de reserva me obligó a caminar a la portería contraria para pararme los 5 minutos restantes haciendo bulto en un intento por jalar marca y evitar así dar ventaja numérica. Funcionó, Malverde mantuvo el marcardor.

Los Hechos que Brevemente le Sucedieron

Al llegar a casa, con ayuda de mi wapa enfermera apliqué el tratamiento que “el matador” Luis Hernández inmortalizara en memorable reportaje durante el Mundial del ’98; alternar agua caliente con sal y agua helada. Nada. Después de un rato empecé a sospechar ya que cualquier lesión sin importancia desaparece súbitamente ante semejante portento de remedio alquímico.

El dolor subió de tono y ya sin poderlo disimular los ánimos se encendieron al explicar en repetidas ocasiones (sin éxito) que no había estado como chivo loco en el partido “arriesgando el físico” (otra vez). Ante las proporciones desorbitantes que empezaba a alcanzar el tobillo se resolvió “por mutuo acuerdo” en acudir a ayuda profesional.

Una vez superada las formalidades de “Jack… J-A-C de casa-K de kilo, etc“ y después de la tremenda sacudida que le dieron al troyano que cuida mi dinero, me admitieron en una aburrida sala de urgencias donde me instalaron en una diminuta camilla.

Así pues, con el tobillo colgando (y no por alguna fractura sino porque mi pie se salía de la camilla) me encontraba yo en aquel nosocomio jugando a Gulliver filosofando sobre la escala del mundo y con cierto miedo aprensivo de tener que revivir la tragicomedia de vestir una bata hospitalaria Liliputiense.

En ese contexto inició la procesión de enfermeras y pasantes, digno del orgullo de Lujambio y los festejos Bicentenarios, solo interrumpido por la eterna cantaleta… “Jack… J-A-C de casa-K de kilo, etc“. El teatro anterior, luego entendí, era solo el preámbulo para la entrada triunfal, cual Amneris en Aida, de “la doctora” ordenando en perfecto Do de pecho un Rx para descartar fractura.

Habemus diagnosticum!!!: “Esguince de segundo grado en tobillo derecho”

Mi sorpresa era infinita. Y no por el porte operístico de aquella mujer y su escote, sino por el hecho, no menor, de que mi tobillo (ahora morado) era el izquierdo. Temiendo represalias en condiciones francamente desfavorables para mí le mostré su error. Iluso de mi, eventualmente pagaría las consecuencias.

Después de recetarme lo que yo claramente entendí como un “desenfriolito” la Dra mandó traer venda, férula y charola para aplicar la curación. Se plantó en posición perpendicular a mí y con elegante movimiento apuntaló mi talón en su escote (y desparramados alrededores) y se encomendó en aplicar el vendaje.

Desee que mi ahora intrascendente lesión hubiera acabado con las terminales nerviosas de mi extremidad. Me concentré, sin éxito, en evitar un trauma psicológico pero el daño estaba hecho. El alta vino momentos después.

-“Su tobillo estará como nuevo en 3 semanas”

Debo reconocer que mi tobillo sigue hoy en franca mejoría, pero al parecer las secuelas del stress post-traumático que me regaló la Dra “Bustos” se quedarán para la posteridad.

Desde entonces, como ya les relataba, el color de mi semana es morado. Digo, por si tenían la duda.

2 comments:

Miranda Hooker said...

Qué barbaridad, tres semanas son mucho tiempo.

Piensa que, además de tu estilo característico, ahora aportarás al Bello Mundo, una nueva referencia cromática y será "morado color lesión de J-A-C-K".

El Phantasmo said...

Ahora comprendo muchas muchas cosas!! Espero que la recuperación sea leve y te puedas reintegrar a la vida futbolística de inmediato.

By the way, realmente disfruté la lectura.